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20-07-2019 |
Elecciones internas: conclusiones generales y particulares
Julio A. Louis
Comencemos por tres conclusiones generales.
Por la década del 50 en el Partido Socialista los Congresos elegían los programas, en base a la asistencia de los militantes a los Centros Zonales. Por entonces, la izquierda (José Díaz, Raúl Sendic, Guillermo Chifflet, etc.) ganaba con sus posiciones en los Congresos. Luego, el sector social demócrata, liderado por Emilio Frugoni, hacía entregar por los cobradores, a todos los afiliados, la lista que debían votar, y la integración de los órganos de dirección o los parlamentarios respondían a sus criterios. Larga fue la lucha para que los Congresos también eligieran a sus dirigentes y representantes, hasta que, por el año 60, la izquierda vencedora, hizo coincidir los programas con sus dirigentes y representantes.
El Frente Amplio y la mayoría de sus partidos separan la elección del programa de la de sus dirigentes y representantes. Consecuencia: en tanto la militancia es más politizada y avanzada de quienes no forman parte de ella, por más moderado que sea el programa elaborado por sus militantes, éste suele ser más avanzado que los dirigentes y representantes electos.
Ni qué decir que los partidos tradicionales y de derecha se sienten satisfechos con este mecanismo. Ellos ni siquiera presentan un programa común.
La despolitización popular determina que en las elecciones no obligatorias los votantes rondan el 40%. El resto de la población acude a las urnas cuando la inasistencia se castiga con multas. La obligatoriedad de votar determina que en Uruguay haya mayor porcentaje de votantes que en otros países donde el voto no es obligatorio.
El concepto estrecho de la democracia liberal y de la nación, impide el voto de los compatriotas residentes en el exterior, a menos que tengan dinero y posibilidades de viajar al Uruguay para poder votar. De ese modo, entre otros, los jugadores de fútbol que nos representan en la selección, y que hacen conocer al país más que el común de los ciudadanos, no pueden ejercer su derecho de ciudadanía, a menos que los clubes profesionales en que militan les autoricen a faltar de sus competencias.
Sigamos con conclusiones particulares de esta elección.
En el Frente Amplio era previsible la victoria de Daniel Martínez. Se aunaron para ello la tibieza de sus posiciones, la militancia probada en diferentes ámbitos (parlamentario, municipal, sindical) y la capacidad de hablar sencillo y con empatía hacia el conjunto del pueblo. Después, abrogándose el derecho constitucional ha elegido como acompañante de fórmula a una compañera, de trayectoria militante pero desconocida para la población, que deberá avalar la orgánica del FA. Por otra parte -también sin novedades- las tres expresiones más conocidas (el MPP, el PS y el FIDEL) consiguieron las mejores votaciones. Quizás haya sorprendido la pobre votación de Asamblea Uruguay.
En el Partido Nacional era previsible el triunfo de Lacalle Pou frente a un candidato ausente durante años del país y con poder económico (Sartori) y a una fragmentación de los otros candidatos. En el Partido Colorado lo “nuevo” Talvi venció a un octogenario ex-Presidente (Sanguinetti) primando el deseo de renovación (reaccionaria) frente a lo viejo y conocido.
Sorpresa (si cabe) la votación de Manini Ríos y el “partido de la dictadura militar”, mucho más retrógrado que los demás partidos de derecha, que en definitiva, sumarán sus votos a la candidatura de Lacalle o de Talvi, oponiéndose al Frente Amplio. Se ha derrumbado el Partido Independiente de Mieres, continúa sin crecer -pese al desencanto provocado por el Frente Amplio- la Unidad Popular, y los demás partidos son nimias expresiones políticas.
En síntesis, sigue siendo previsible un balotaje entre Martínez y Lacalle. Allí, estamos en la disyuntiva de votar la tibieza reformista de Martínez o anulado. En mi caso, lo he anticipado, votaré a Martínez.
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